El de ayer
fue el primer triunfo que se instrumenta en la plaza de toros de Roquetas de
Mar. Ese nuevo teatro de los sueños lo fue más para el torero almeriense Jesús
de Almería que para sus otros dos acompañantes en el cartel, tan acostumbrados
a triunfar, algunos con cierto carácter guadiana -aparecen y desaparecen-,
porque el diestro almeriense era quien más se jugaba en el festejo inaugural
del coso roquetero, municipio que le vio tomar la alternativa un año antes y
que apenas si ha tenido oportunidad de demostrar su doctorado.
La televisión y la oportunidad dada había que aprovecharlas y ciertamente lo
hizo, no para colmar sus aspiraciones, pero sí para salir satisfecho por lo que
hizo. La inexperiencia, que no se observó, le dio alas y le despojó del miedo
para salir a por todas y buscar el triunfo. Lo consiguió por partida doble,
aunque con mayor importancia por lo hecho en el primero que en el segundo. Fue
el más regular de los tres componentes de la terna, si bien, como sus dos compañeros
de cartel, en uno mejor que en el otro.
Los tres abrieron la puerta grande en una tarde para la historia. Más allá de
por lo que hicieron los tres diestros porque el mundo del toro gana un terreno
que, en este caso, no estaba perdido -Roquetas hacía su feria cada año, aunque
fuese en una plaza portátil-, pero sí es cierto que no era un terreno digno.
Demasiado
Juan Serrano Finito de Córdoba estuvo lucido con el capote, ante un primer toro
de la tarde. A éste lo más destacado se lo hizo por el pitón derecho, por el
que cuajó varias tandas de excelente ejecución.
Por el izquierdo hizo lo que pudo que fue bien poco, ya que el diestro vallesano
de origen resultó enganchado, sin consecuencias, a poco de coger la franela con
la mano zurda. Mató de una buena estocada y la petición del respetable le
concedió las dos primeras orejas de la tarde y las últimas para él en este
festejo.
Y es que el diestro afincado en tierras cordobesas, apenas si sacó faena en el
cuarto de la tarde. Con él se peleó, tanto por el pitón derecho como por el
izquierdo, por donde sacó alguna tanda casi al final, que hizo aumentar el
interés del público, perdido con el desacierto con el estoque.
Capote al viento
Lo mejor de El Juli llegó con el segundo de su lote. Con el primero, el madrileño
estuvo primoroso con un quite por tafalleras, proseguido después con
chicuelinas y media, que dieron paso a una exhibición de poderío con los
palitroques. Tres pares, con más mérito y riesgo el último, que pusieron la
plaza en pie. Luego, con la muleta, lo intentó con ambas manos, siendo prendido
cuando lo intentaba con la mano izquierda.
Lo mejor fue en su segundo. Salió picado y encontró una mina en Guardarropa.
El torrestrella provocó el lucimiento del madrileño, primero galleando por
chicuelinas y luego con un quite por lopecinas .
Luego, templadas tandas de naturales y esquisitez con la derecha. Con la muleta
en la diestra, cuajó varias series de derechazos profundos, gustándose ante un
noble que jamás supo que tras la prolongación de la franela estaba un diestro
moviéndola. Aunque pinchó, la posterior estocada valió para que El Juli
paseara las dos orejas y el rabo de un triunfo del que gran parte de culpa la
tiene Guardarropa .
El triunfo del necesitado
Dijo que hablaría en el ruedo y lo hizo. Jesús de Almería cuajó dos buenas
faenas. Mejor la primera que la segunda, en la que el almeriense fue de menos a
más para acabar como ante el primero de sus enemigos.
Jesús, que sabía que se jugaba mucho, recibió a su primero con dos largas
cambiadas y luego ejecutó varios lances a la verónica de bella factura. Con la
rodilla en tierra, comenzó la faena de muleta, hasta llevarse al astado a los
medios.
Allí, el almeriense parecía estar en una nube. Se le veía flotar con la mano
izquierda. Con una ejecución impropia de quien no torea, Jesús le dio la
distancia exacta al burel, al que exprimió con un templado toreo al natural,
reposando entre tanda y tanda, gustando y gustándose, que es cuando mejor dicen
que se torea.
Pero no todo lo hizo con la izquierda, ya que con la diestra demostró lo hondo
de su toreo, con una buena tanda y los adornos que dieron paso a una estocada y
al postrero triunfo.
Con el que cerraba plaza, al que recibió a porta gayola, buscó un nuevo
triunfo. Lo lanceó con belleza y luego tardó en acoplarse en una faena de
muleta en la que fue de menos a más y el jugo se lo fue sacando a su enemigo
conforme Jesús fue bajando la mano, hasta conseguir algunas tandas de
derechazos. Al final, buena estocada y merecido triunfo. El primero que se logra
en una plaza que inicia su andadura con éxito.