Por ROBERTO INGELMO (www.mundotoro.com)
Hay cosas que se agrietan y pierden su valor con el paso del tiempo, pero aquellas que lo conservan son caldo de deleite y gozo. Y Almería no ha
cambiado. Recibe a los toreros, sean locales o no, con una ovación espléndida, cuyo calor
anima a los diestros y, porqué no, a los animales encerrados tras la puerta de
toriles. Almería desprende luz y alegría y se nota; vaya que sí.
Y ante el marco y sus gentes, la novillada que ha abierto la Feria de Almería no ha
defraudado. En primer lugar porque los novillos de El Casillón han dado buen
juego, salvo excepciones. Ante una novillada así, los novilleros actuantes han dado
la cara, por lo que no hay excesivos motivos para la crítica, pese a que tres novillos se fueran con orejas de más a la
incineradora.
El primero de la terna, el local El César, cumplía su tercer compromiso en la
temporada actual y la verdad es que se le ha notado un poco. Su primer novillo, que se paró muy pronto, tuvo mejor condición por el lado izquierdo y así lo
entendió César, que construyó una faena intermitente pero con buenos pasajes.
Falló a espadas y perdió un posible trofeo.
El cuarto fue otra historia. Necesitaba de temple y pulso y el almeriense lo logró en
dos buenas tandas al natural. Después, el novillo fue a menos y la faena
también. Tardó en matarlo, de ahí que el premio quedara en una vuelta al ruedo.
Algo similar le sucedió a Torres Jerez, sólo que éste actuaba por primera vez esta
temporada. Sin embargo, sólo evidenció esa falta de contacto con los aceros, que
le cerraron la puerta grande, si bien mostró ser un torero largo, con proyección y
buenas maneras sobre un valor consciente.
Torres Jerez construyó dos trasteos basados en la mano izquierda, condimentando las series con larguísimos pases de pecho. Sus dos novillos
tuvieron un mismo denominador común, como toda la novillada: grandes dosis de
nobleza, más el tercero, que se empleó con mucha mayor calidad que el sexto.